martes, 12 de octubre de 2010

Ballena franca en Península Valdés, Patagonia argentina.

La Patagonia argentina es un destino mágico y privilegiado en todos los sentidos. En la Patagonia atlántica destaca por encima del resto de fauna un animal: la Ballena Franca Austral, que se ha ganado el puesto de honor en el podium faunístico sudamericano. Estamos en plena temporada de ballenas.
La población mundial actual de este cetáceo, que estuvo a punto de desaparecer víctima de los arpones, no supera los 7.000 individuos en su distribución exclusiva del Hemisferio Sur, de los que en la Reserva Natural de la Península Valdés están presentes 2.500 ejemplares.
Es una ballena extraordinariamente ágil pese a sus 15 metros de longitud y más de 50 toneladas.
En Península Valdés su población crece a una tasa de casi el 8% anual gracias sin duda a que Argentina no dudó en declarar hace unos años a la Ballena Franca Austral como Monumento Natural Nacional, pasando a ser casi el único ser vivo que está considerado así por un país de manera oficial como su emblema medioambiental.


Cada año las ballenas acuden puntuales a las aguas de la Península Valdés para establecer su zona de cría desde el mes de julio. Allí permanecerán junto a sus ballenatos recién nacidos hasta comenzar su movimiento migratorio hacia el sur. A mediados de diciembre las aguas del golfo Nuevo y del golfo de San José quedarán desiertas de ballenas hasta la temporada que viene.
Durante estos meses el éxito de avistamiento está garantizado siempre que las condiciones meteorológicas permitan la salida –casi siempre- de las muchas embarcaciones que realizan esta excursión diaria.
Existen salidas cada hora por la mañana y por la tarde. La mayoría de las excursiones cuestan unos 20 euros y duran 1 hora y 30 minutos, que es el tiempo suficiente para zarpar desde la playa, llegar hasta alguna ballena –entre septiembre y noviembre la acumulación de ballenas es tal se encuentran nada más salir-. De hecho es posible verlas desde tierra desde el propio Puerto Pirámides o mejor aún desde la playa El Doradillo, cerca de Puerto Madryn.


La jornada de avistamiento comienza con el equipamiento para subir a la embarcación que consiste en un chaleco salvavidas y generalmente también un chubasquero plástico. Los guías indican las normas de comportamiento en la embarcación en todo momento tanto para la seguridad como para facilitar la observación a todos los pasajeros.
Una vez se llega a una distancia de seguridad prudencial respecto a la ballena, se apagan los motores y el silencio sepulcral tan sólo es roto por las exclamaciones de admiración de los pasajeros al ver la silueta de la ballena que se acerca, curiosa, hasta el bote. Los comentarios se multiplican cuando se avista a la cría e incluso irrumpen en aplausos cuando la madre saca la cola o salta. Se trata de una especie muy extrovertida y juguetona y no escatimará en dejarse ver. Incluso las callosidades córneas de la cabeza que le sirven de fotomarcador a cada individuo a modo de huella digital. En estos momentos de máxima excitación es cuando hay que guardar la calma y por supuesto no meter la mano en el agua ni tocar a los animales. El silencio momentáneo será roto por la batería de clicks de las cámaras ante una nueva ballena. Y otra.
De regreso al puerto las caras de satisfacción del pasaje lo dicen todo.
Y llegados a este punto espero que os haya despertado las ganas de whalewatching (y no sólo ballenas en el paraíso faunístico de este rincón patagónico), quiero recomendaros la empresa local Coiron Viajes para conocer a fondo la Patagonia.

MEJOR ÉPOCA: Las ballenas francas están en Península Valdés desde mediados de Julio a mediados de Diciembre.
Y a Patagonia volveré pronto con más post de Península Valdés y del parque nacional Los Glaciares...

1 comentario:

  1. Hola, muy interesante el artículo... me permito dejarles un video Red Bull Powder, evento que tuvo lugar recientemente en Argentina.

    Disfruten del video:
    http://www.youtube.com/watch?v=Ga5z7nrBUZM

    Gracias, Leticia

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