viernes, 18 de mayo de 2012

Cosas de gálagos y ginetas

Una de las ginetas no pierde detalle de los gálagos.

Durante el día, a lo largo de un safari, la sabana africana se muestra espectacular y depara momentos fotográficos inolvidables: las grandes manadas de herbívoros, los felinos dormitando bajo los arbustos refugiados del calor, los elefantes avanzando en fila hacia el río… pero durante la noche la actividad animal es, si cabe, mayor. Una parte de la fauna descansa, o al menos trata de hacerlo, bajo el temor de sentirse presa de otra buena parte de la fauna. Es la hora bruja para los leopardos, los leones, las hienas, los chacales… también el momento de actividad para muchos otros animales como la civeta africana o la gineta.

La semana pasada, de regreso al lodge en Tanzania, dos leopardos que se cruzaron en la pista con las últimas luces de la tarde (más bien las primeras sombras de la noche), me avanzaban que la noche prometía en encuentros. Y así fue. En las inmediaciones del Lodge, mientras otros huéspedes cenaban, yo disfrutaba de una escena inusual para mis ojos: la relación entre los gálagos y las ginetas. Los primeros son unos primates nocturnos que se alimentan de insectos, frutas, etc. y las segundas unas carnívoras nocturnas que se alimentan, si pueden, de los primeros. El grupo de gálagos estaba integrado por unos 6-8 ejemplares entre los que se encontraba una cría que había sido elegida esa noche como plato principal por la gineta. Pasé un buen rato observando a los gálagos. La cría también se alimentaba de fruta entre las ramas más bajas. De pronto una gineta, a unos 20 metros comienza su maniobra de aproximación hacia la cría. Uno de los adultos, al ver a la gineta, se acercó a ella e incluso la atacó. Ésta salió corriendo y al poco regresó con refuerzos. Allí estaban los 8 gálagos, que ahora habían cambiado de árbol, emplazados en la parte superior de la copa –seguramente en el mismo lugar donde al final de la noche se reúnen para dormir- y abajo sin perder detalle… no una gineta –con la complicación que su observación siempre depara- sino tres. Una pareja de adultos y un joven.

Tal era la fijación de ambas especies por vigilarse que no me impidieron hacer las fotos que ilustran el post de hoy.

Dos gálagos... también vigilantes.

El final de la historia lamentablemente no os lo puedo contar, así estuvimos los tres –gálagos, ginetas y yo- un buen rato hasta que el cuerpo, sin ánimos de progreso por parte de los primeros, me recordó que era demasiado tarde y que a las cinco debía estar de nuevo en pie para otro nuevo safari…

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