jueves, 18 de octubre de 2012

Atardecer en las montañas de Suazilandia

Impalas en las alturas de Mlilwane.

La Reserva Natural de Mlilwane, conocida como la madre de la naturaleza suazi, se disfruta generalmente desde sus planicies. La mayoría de los visitantes que se acercan a este santuario de vida salvaje de Suazilandia se quedan en las faldas de la montaña que protege por el norte este bello territorio. Aquí se quedan disfrutando de las manadas de herbívoros, observando desde el sillín de la bicicleta cómo se zambullen los hipopótamos una y otra vez en las lagunas. La mayor, de hecho, se llama la piscina de los hipopótamos (la misma donde tuve mi encuentro multitudinario de abejarucos). Observando cómo los cocodrilos pasan horas y horas tumbados al sol, sin moverse; cómo podemos mezclarnos a lomos de un caballo, con un grupo de cebras o cómo aproximarnos caminando a un grupo kudus sin que éstos salgan huyendo despavoridos.

 

Pocos son los que disfrutan Mlilwane desde arriba, desde la perspectiva cenital que ofrece la llamada “Ruta de montaña”. La excursión se realiza en un 4x4 abierto dos veces al día por poco más de 20 euros. La primera a las cinco de la mañana, todavía de noche, para subir a la cima justo a disfrutar de la salida del sol. Un momento siempre mágico en África. La segunda por la tarde, con el tiempo preciso para realizar un breve safari fotográfico antes de emprender la subida por la pista que se retuerce una y otra vez en la ladera para ganar altura y llegar a tiempo de brindar en la puesta de sol.

Cae la tarde en Nyagato sobre el valle de Mantenga.
 

Durante la subida la primera gran visión se disfruta desde el balcón natural de Nature’s corner. Imponente. Después se sigue subiendo y se pasa junto al pico Siketsha donde pastan algunos ñus e impalas. Sorprende también ver alguna pequeña manada de cebras dando buena cuenta de la hierba que crece en las empinadas laderas. Son los mismos animales que se acostumbra a ver en las planicies africanas pero en un entorno totalmente diferente. Es, cuando menos, curioso. La totalidad de la reserva se disfruta desde el mirador Bird’s eye, muy cerca de la pequeña planicie de Nyagato. No hay mejor lugar para detener el vehículo y bajarse para disfrutar del atardecer. Yo llegué cuando el sol que acababa de poner, pero con la luz suficiente para quedarme sin aliento con esta panorámica de 360 grados, entre herbívoros que pacen en estos prados de altura, rodeado de aloes de montaña que crecen entre afloramientos rocosos donde salta el klipspringer y se mueve a sus anchas el reedbuck de montaña.

Aloes de montaña.
 

Hacia el norte, a la izquierda el perfil de las montañas Njunju rock face y a mis pies, el valle del río Usushwana. Todo lo que tengo delante de mis ojos forma parte de otra reserva natural, colindante con Mlilwane. Se llama Mantenga y hacia allí iré mañana. Quiero conocer su famosa cascada y un poco más de la cultura suazi.

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