viernes, 2 de mayo de 2014

Mar Muerto, un baño de sal en el abismo terrestre



A decir verdad, no creo que en mi vida pise el techo del mundo, el Everest (aunque lo sobrevolé), pero si he tenido la fortuna de poner un pie en el lugar más bajo de la Tierra, que no es otro que el Mar Muerto, a 416 metros de profundidad bajo el nivel del mar. Y cualquiera que, como yo, se desplace hasta esta gran lámina de agua salada de algo más de 800 kilómetros cuadrados que comparten Jordania, Israel y Cisjordania, podrá hacerlo también sin ninguna dificultad. El acceso es muy sencillo desde cualquiera de estos tres países, por buenas carreteras y con unas orillas, especialmente las jordanas, con hoteles y servicios de todos los niveles. Todo es comodidad a la hora de hollar el punto más bajo de la Tierra, situado en la parte baja de la profunda depresión tectónica del río Jordán.



La sensación que me transmitió el lugar se define con una palabra: serenidad. Y así, con el alma repleta de paz y tranquilidad, me acerqué hasta la orilla, como mandan los cánones, para proceder a cumplir con la tradición local de darse un baño de agua y otro de lodo. El primero, el baño en el mar muerto es un decir, pues la flotabilidad es única y la experiencia de levitar sobre las aguas es difícil de explicar. La alta salinidad del agua, casi 10 veces más que la del Mar Mediterráneo, impide que los cuerpos se sumerjan. Una composición salina que por cierto es diferente a la del resto de mares y océanos. En el mar muerto el agua tiene una composición relativamente rica en calcio, magnesio, potasio y bromo. Y una recomendación: cuidado no os mojéis los ojos porque escuece de veras.






Estas mismas concentraciones de salinidad han conferido al sustrato unas cualidades únicas, y el barro, fango o lodo marino posee unas propiedades medicinales y estéticas de gran relevancia. Ahí es donde entra en juego la segunda de las tradiciones, la de darse un baño de barro. Lo recomendable es embadurnarse bien por todo el cuerpo y esperar unos 30 minutos antes de adentrarse en el agua marina para lavarse. En la zona abundan todo tipo de cremas, geles, sales, a base de barro del mar muerto y existen una notable actividad comercial en torno a estos productos. Desde hace muchos siglos se extraían yesos, sales, potasas y bromuros, especialmente en la parte sur del mar Muerto.






Os aconsejo recorrer la orilla del lago (en el lado jordano una carretera va junto a la orilla), de unos 80 kilómetros de largo por 16 kilómetros en su punto más ancho, y ver cómo cambia el paisaje. Cómo las aguas transparentes y limpias se tornan verdes o azules de diferentes tonalidades y cómo contrastan las rocas y cantos rodados en la orilla cubiertas de una gruesa capa de sal. Un mar muy salado… y muy fotogénico.

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